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Devoto

Nombre de Usuario: Devoto

Mensaje Número: 163
Registrado: 03-2003
Enviado Viernes, 13 de Junio de 2003 - 10:07 pm:   

Posted by: Agnipuranadasa, Date: Thursday, June 12, 2003 7:19 PM

Por Su Santidad Hridayananda Das Goswami Acaryadeva

El ímpetu de alcanzar la Verdad Absoluta, la fuente de toda existencia, ha impulsado a filósofos, teólogos y otros intelectuales de diversos sistemas religiosos desde tiempos inmemoriales, y ello aún persiste hoy en día. No obstante, si analizamos desapasionadamente la siempre creciente pluralidad de dichas filosofías, religiones, procesos, estilos de vida, etc., verificamos que, en casi todos los casos, el objetivo último es algo impersonal o amorfo. Mas esta idea de una Verdad Absoluta impersonal o amorfa presenta serias deficiencias lógicas.

De acuerdo con las reglas ordinarias de la lógica, un determinado efecto debe, directa o indirectamente, incorporar los atributos o naturaleza de su propia causa. Por tanto, aquello que no tiene personalidad o actividad no puede, de forma alguna, ser la fuente de todas las personalidades y actividades.

Nuestra irresistible propensión a filosofar acerca de la Verdad Última frecuentemente se expresa a través de intentos por descubrir de quien, o de dónde, emanan todas las cosas. Este mundo material, que es una aparentemente ilimitada red de causas y efectos que interactúan, ciertamente no es la Verdad Absoluta, puesto que la observación científica de los elementos materiales indica que la materia prima de este mundo, la energía material, es interminablemente transformada en diferentes estados y formas. Por tanto, un ejemplo específico de realidad material no puede ser la fuente última de todas las cosas.

Podemos especular que la materia, de una forma u otra, siempre existió. Esta teoría, sin embargo, ya no es atractiva para los cosmólogos modernos, tales como los del Instituto Tecnológico de Massachussets. E incluso si postulamos que la materia siempre existió, aún debemos explicar la fuente de la conciencia, si queremos satisfacer nuestro ímpetu filosófico concerniente a descubrir la Verdad Absoluta. Aunque los empiristas fanáticos modernos sostengan que nada es real excepto la materia, cualquier persona experimenta, fácilmente, que la conciencia no es del mismo tipo de sustancia que una piedra, un lápiz o el agua. La propia conciencia, contrastando con los objetos de la conciencia, no es una entidad física, sino más bien un proceso de percepción y comprensión. Entretanto existe una amplia evidencia de una relación sistemática interdependiente entre materia y conciencia, no existe ninguna evidencia empírica rígida de que la materia es la causa de la conciencia. Así, la teoría de que el mundo material siempre existió y es, por tanto, la Verdad Última, no explica ni científica ni intuitivamente el origen de la conciencia, que es fundamentalmente el aspecto más real de nuestra existencia.

Más allá de eso, como fuera demostrado por el Dr. Richard Thompson de la Universidad del Estado de Nueva York, en Binghamton, y confirmado por varios laureados con el premio Nobel, quienes elogiaron su trabajo, las leyes de la naturaleza, gobernando las transformaciones de la materia, simplemente no contienen información lo suficientemente compleja como para responder por la inconcebible complejidad de eventos que suceden dentro de nuestros propios cuerpos y el de otras formas de vida. En otras palabras, las leyes de la naturaleza material no solamente fallan en responder por la existencia de la conciencia, sino que incluso no pueden explicar la interacción de los elementos materiales a niveles orgánicos complejos. Hasta Sócrates, el primer gran filósofo occidental, era reacio a la tentativa de establecer la causalidad última sobre la base de principios mecanicistas.

El calor y la luminosidad de los rayos del Sol demuestran, para la satisfacción de cualquier hombre racional, que el Sol, la fuente de todos los rayos, no es ciertamente un globo oscuro y frío, sino más bien un reservorio de casi ilimitada luz y calor. De modo semejante, los innumerables ejemplos de personalidad y conciencia personal dentro de la creación son más que suficientes para demostrar la existencia, en algún lugar, de un ilimitado reservorio de conciencia y comportamiento personal. En su diálogo Philibus, el filósofo griego Platón argumenta que, tal como los elementos materiales de nuestro cuerpo provienen de un vasto reservorio de elementos materiales existentes dentro del universo, nuestra inteligencia racional es, también, derivada de una gran inteligencia cósmica existente dentro del universo, y esta inteligencia suprema es Dios, el Creador. Infelizmente, en Kali-yuga muchos pensadores importantes no pueden entender esto y, en vez de aceptarlo, niegan que la Verdad Absoluta, el origen de la conciencia personal, tenga conciencia y personalidad. Eso es tan aceptable como decir que el Sol es frío y oscuro.

En Kali-yuga, muchas personas presentan argumentos baratos y estereotipados, tales como “Si Dios tuviese un cuerpo o personalidad, Él sería limitado”. En ese inadecuado intento de lógica, un término calificador es presentado en sentido universal. Lo que realmente podría decirse es, “Si Dios tuviese un cuerpo material tal como aquellos que hemos experimentado, Él sería limitado”. Pero nosotros omitimos el adjetivo calificativo “material” y hacemos una afirmación pseudo-universal, como si entendiésemos su alcance completo, dentro de la realidad total de cuerpos y personalidades.

El Bhagavad-Gita, el Srimad-Bhagavatam y otros textos védicos enseñan que la forma y personalidad trascendentales de la Verdad Absoluta son ilimitadas.

Es evidente que, para ser verdaderamente infinito, Dios debe ser no sólo cuantitativa sino también cualitativamente infinito. Desgraciadamente, en nuestra era mecanicista e industrial tenemos la tendencia a definir “infinitud” solamente en su sentido cuantitativo y, así, fallamos al desestimar que una infinidad de cualidades personales son un aspecto requerido para definir la infinitud. En otras palabras, Dios debe tener infinita belleza, infinita riqueza, infinita inteligencia, infinito humor, infinita bondad, infinita ira, etc.

El infinito es un absoluto, pero si alguna cosa que percibamos en este mundo no está contenida, de una u otra forma, dentro de nuestra concepción del Absoluto, entonces esta concepción es algo limitada y no es, en modo alguno, lo Absoluto.

Sólo en Kali-yuga pueden existir filósofos lo bastante tontos como para definir orgullosamente al más absoluto de los términos –Dios– en forma materialista y posteriormente declararse pensadores iluminados.

No importa cuán grande sea nuestro cerebro, debemos tener el buen juicio de colocarlo a los pies de la Suprema Personalidad de Dios.

Enviado por Bhakta Gustavo Medina

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